Sobre la ruta provincial Nº 32, camino a la vecina localidad de Salto, a la derecha del predio de la Estación Experimiental Agropecuaria del Inta se observa un edificio que es referente del patrimonio histórico, arquitectónico y cultural cuya presencia es una muestra clara de que Pergamino fue un espacio clave en lo que se conoció como “Frontera” bonaerense, entendiéndose como “frontera” el límite que separaba el territorio ocupado por los criollos y el de los pueblos originarios.
El edificio original, construido para
defensa contra los ataques de malones indígenas, ya existía en 1730 y
dio origen al primer núcleo poblacional de la zona de Pergamino, que fue
declarado ciudad hacia 1895. La casa-fortín era una tipología frecuente
en lo que constituía la zona de frontera: un cuerpo longitudinal en
planta baja, con tres cuartos conectados por una robusta caja de
escalera a la planta superior, coronado al centro por una construcción
de tipo rural, con techo plano o azotea; tres paredes eran ciegas, con
un pequeño balcón abierto al frente como única abertura. En el edificio
actual, el balcón apoya en una pesada cornisa que remata la galería de
la planta baja, de estructura de madera y cubierta de tejuelas. Una
segunda azotea, a la que se accede por escalera interna desde el cuarto
alto, cumplía funciones de atalaya.
La
casona se yergue en medio de la pampa como testigo de las raíces de la
historia nacional y en conexión con la local ya que también marca un
hito en la travesía del antiguo “camino real”.
Cabe
destacar que son muy pocas las construcciones de este tipo que aún
quedan en pie en la Provincia de Buenos Aires. Estos “reductos” fueron
escenario de batallas tan cruentas como habituales durante el complicado
siglo XIX y representan además el arquetipo de aquel modelo de “gran
propiedad rural” que funcionaba al mismo tiempo como núcleo de defensa y
como vivienda tanto para los propietarios de la tierra como para los
trabajadores del campo.
Como
dato de interés se menciona que el reducto fortificado de Pergamino
perteneció a la familia de Juan Pío Cueto, juez de Paz rosista.
Restauración
En
1963 un equipo del Inta se encargó de restaurar en su totalidad el
edificio, durante el trabajo se puso especial esmero en mantener la
originalidad del inmueble, por lo que hoy representa un documento único
para comprobar cómo se realizaba este tipo de construcciones, los
materiales que se empleaban, las formas, que eran de carácter similar en
toda la pampa. Además son el antecesor de la clásica “estancia”, un
tipo de edificación que surgió más adelante, cuando la prioridad dejó de
ser la defensa y pasó a ser el alojamiento del propietario y de los
obreros rurales.
El Reducto Fortificado está ubicado en el predio del Inta y representa la típica construcción rural del siglo XIX.