Por Victoria Ginzberg
María Leiva, la mamá, junto a Gabriel de apenas tres meses, poco antes de desaparecer. |
El 11 de enero de 1977, a las 14, la psicóloga María Delia Leiva de Cevasco, de 28 años, esperaba el colectivo frente a la textil San Andrés en San Martín, donde trabajaba. La mujer, que tenía a su bebé de tres meses en brazos, fue obligada a ascender a un vehículo por varias personas de civil que se identificaron como policías.
A pesar de la búsqueda que hizo su familia –a través de hábeas corpus, trámites en la Policía Federal, Minoridad, Episcopado, Ministerio de Interior, Cruz Roja Internacional, Naciones Unidas y la OEA–, nunca se tuvo noticias de lo ocurrido con María Delia ni con su pequeño hijo.
Por el sitio donde fueron secuestrados, resultan responsables de sus desapariciones el ex comandante de Institutos Militares y jefe de la zona 4, Santiago Omar Riveros, y el coronel Ovidio Pablo Riccheri, quien mandaba en el área 430 y era director de la Escuela de Caballería.
Mientras su abuela, su papá y su tía, entre otros parientes, investigaban su paradero, el bebé fue entregado por medio de una mujer que trabajaba en la policía a una pareja sin hijos y sin contactos con los militares. El matrimonio que crió a Gabriel Matías le dijo, cuando tenía seis años, que él era “hijo del corazón”. El niño creció con esa información hasta que en su adolescencia ató cabos, fechas y circunstancias. Ayudó en el proceso haber leído en una oportunidad una entrevista a la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto; y averiguar que, a pesar de ser adoptado, fue anotado como hijo propio. Además, a través de un contacto con gente cercana a la mujer que lo había entregado cuando era un bebé, supo que “era hijo de terroristas”. Gabriel Matías, que vive en Entre Ríos, se presentó el 25 de febrero del año pasado ante la Comisión por el Derecho a la Identidad que dirige Claudia Carlotto y luego se dirigió a la sede de Abuelas. El 1º de marzo el joven, hoy de 24 años, extendió el brazo para someterse a los análisis genéticos que podrían devolverle su identidad. Esta semana, un año y medio después, se tuvieron los resultados de la pericia genética que arrojó con un 99,994 por ciento que es hijo de María Leiva Sueyro y de Enrique Eduardo Cevasco. El hombre está vivo y el miércoles se pudo estrechar en un abrazo con el hijo que no veía desde el 11 de enero de 1977. “El encuentro con su familia fue inmediato y conmovedor, así como su deseo de conocer a quienes lo buscamos. Sus palabras de emoción significaron lo que las Abuelas sostenemos con seguridad: nuestros nietos nos están buscando”, manifestó el organismo de derechos humanos. Gabriel Matías Cevasco se convirtió en el nieto recuperado número 70.
La búsqueda de su propia identidad que hizo Gabriel Matías no es única. Hace unos años, una joven que había sido anotada como María Carolina Guallane conmovió a quienes la miraban por televisión mientras pedía saber quién era. Los Guallane no le habían ocultado que era adoptada y ella presentía que sus verdaderos padres eran desaparecidos. El 24 de noviembre de 1998 las pruebas realizadas en el Hospital Durand le confirmaron a María Carolina que era hija de Blanca Zapata y Enrique Cortassa, que desaparecieron el 11 de febrero de 1977. María Carolina supo que en realidad era Paula Cortassa y que además tenía un hermano o hermana que buscar, ya que su madre estaba embarazada cuando fue secuestrada. Javier Viñas también se acercó por su cuenta a las Abuelas. Su caso es algodiferente porque sabía que lo estaban buscando. Había sido apropiado por el represor Jorge Raúl Vildoza y viajó desde su incierto destino para someterse a los análisis de sangre.
Las Abuelas siguen convocando con éxito a los jóvenes que dudan de su identidad. Este año, una campaña en radio, televisión y medios gráficos provocó que más de doscientos chicos llamaran a la sede de la institución e iniciaran un camino para saber si son hijos de desaparecidos.
Tomado de http://www.pagina12.com.ar/2000/00-10/00-10-28/pag12.htm