Por Javier Ferreyra
Nací en 1981, tengo 34 años, viví sólo dos en dictadura militar. Perdón. Dictadura cívico, militar, económica, periodística y eclesiástica. ¿Qué recuerdos tengo? Ninguno. Me siento un hijo de la democracia. No pretendo hablar por toda una generación, pero si tengo la necesidad de hacerlo por mí. Conozco tanto mi historia, como desconozco la tuya.
A mi familia no le pasó, a la familia de mis amigos tampoco, a nadie le pasó, en Pergamino no pasó. O casi no pasó, lo cuál es mucho más grave. La negación intento justificarla con distintos mecanismos, pero la minimización de algo me molesta, me hace ruido, me enoja. Así crecí, así hice la primaria y la secundaria en mi ciudad. Nunca, en ningún momento de mi formación, alguien quiso contarme ¿que pasó en Pergamino?. ¿A quién le pasó?. A casi nadie.
La dictadura era eso que pasó en Buenos Aires, en La Plata y hasta en Rosario. Si comías en Rock & Feller’s te contaban que “esto fue un centro de detención clandestino”. Y ahí intentabas llenar el lugar con los ojos, costaba entender cómo ahí se sembró terror y se cosechó dolor. Porque es inimaginable, inabarcable. No seamos hipócritas, si a nosotros, los que ni siquiera peleamos en la reunión de consorcio, nos duelen las vacunas.
La vida, el estudio y las ganas de no hacer más cuentas, me llevaron a estudiar Comunicación Social a La Plata. Ahí empezó otro capítulo. Ahí si había pasado, ahí si el pasado y el presente caminaban de la mano. Poco a poco quise saber más, y empecé a preguntar. Creía que tarde, después supe que a tiempo. Sin embargo, a pesar de algunas respuestas tibias, en mi ciudad seguíamos invisibilizando a los que ya no estaban. Esos vecinos que ves arriba sufrieron la desaparición forzada y otra igual de terrible, la desaparición por olvido, por omisión. Pergamino, en su gran mayoría, decidió olvidarlos. O al menos, decidió no saber más de ellos.
Capítulo aparte para los que siempre le sacaron el polvo al olvido en nuestra ciudad y con su trabajo constante le dieron batalla a la apatía y lograron cosas inimaginables hace apenas unos años. Porque me habían contado del Rock & Feller’s, pero nadie me dijo nada de la Comisaria Primera, esa que queda bien cerca del club de toda mi infancia y adolescencia. Ahora hay una placa, te pega en la cara, ni cerrando los ojos vas a poder evitar saberlo.
Hoy, me encuentro al frente de este proyecto y siento la responsabilidad civil, moral y ética de recopilar trabajos ajenos y propios para entender ¿Quiénes fueron? ¿Qué pasó acá?. La vida me encuentra celebrando lo curioso y preguntones que son mis hijos, ellos van a querer saber un día, lo sé. Y ahí podré sentarlos y contarles con lujo de detalles, porque en Pergamino también pasó.
Ellos fueron. Ellos son.
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